lunes, 19 de noviembre de 2012

La sonrisa





            La sonrisa, una expresión sencilla, tan expresiva y tan significativa, implica en ocasiones un verdadero esfuerzo, consecuencia de estados de ánimo adversos.

            La sonrisa es un indicativo de paz interior, de estar bien con uno mismo y con el entorno. La sonrisa es como una conexión de nuestra intimidad con el exterior, con quienes nos rodean, con quienes nos caen bien preferentemente.

            Para sonreír hace falta encontrarse a gusto, lo cual no siempre se da porque hay muchos que, pese a la voluntad pueden evitar ese oasis refrescante, reconstituyente en el desierto de nuestras adversidades. De todos modos, intentarlo es lo positivo.

            Quien sonríe tiene mucho terreno ganado en el campo de la conexión, porque una sonrisa da confianza, invita al acercamiento porque incluye buena dosis de apertura, incluso  de complicidad y de invitación.

            Una sonrisa es un escaparate que da una pista del estado interior de quien la ofrece. La persona que sonríe, en principio parece como sincera, agradable, abierta, sin cortapisas.

            La sonrisa puede ser franca, limpia, sin tapujos. Hay sonrisas irónicas, las cuales son como la expresión metafórica de la sonrisa. Con ellas quizá se exprese una opinión, un punto de vista opuesto al de la sonrisa espontánea que es la auténtica. Otras sonrisas son sarcásticas y éstas incluyen un cierto matiz de hipocresía, incluso de crueldad. También existe la sonrisa del triunfo, la de la satisfacción, propia de los momentos en que se consiguen logros previamente perseguidos.

            Las sonrisas, como las miradas, dan información sobre los estados anímicos y, apurando un poco más, de las intenciones del individuo sonriente.

            Existe un tipo de sonrisa que tiene un valor incalculable, es el de las personas que están pasando por malos momentos particulares y aun así se esfuerzan por agradar, por crear un ambiente de serenidad en torno suyo, a pesar de tener que realizar un esfuerzo  de generosidad por mantener un clima social, distendido.

            Sonreír es algo positivo porque a la par que libera de planteamientos negativos, creando una situación de equilibrio invita a la serenidad, a la confianza, a la liberación de prejuicios.

            Sonreír libera tensiones, relaja el espíritu, acorta las distancias, es el primer paso para entablar la comunicación, como fórmula de entendimiento entre las personas. La sonrisa es la clave para romper el silencio como paso previo a la iniciación de la conexión por medio de la palabra, de la conversación.

            Sonreír es recomendable, importante, puede que necesario, sí, seguro…, necesario, porque es una emisión de paz y confianza a la vez que un acto de liberación de tensiones y malestar internos.
           
Creado el 06.03.2010
José Teodoro Pérez
Noviembre de 2012

domingo, 23 de septiembre de 2012

Estación pequeña, acogedora





            La estación era pequeña, relativamente pequeña, como corresponde a una ciudad no muy grande, pero luminosa del Sur: Una sala desangelada enlosada de losas grises, paredes alicatadas de azulejo se villano hasta la altura de sus hombros, para alcanzar la altura del techo enjalbegada de blanca cal, sin más ornamento que unas grandes litografías de máquinas de vapor enmarcadas en cuadros acristalados;  dos bancos de madera de listones con respaldares  ¿ergonómicos?,  situados a ambos lados de la puerta de entrada, un papelera y un cenicero de pie, al lado de cada banco, constituían el mobiliario de aquella Sala-Estación de Ferrocarril en aquella pequeña ciudad.
            Frente a la puerta de entrada, había otra, gemela a ella que daba acceso al andén, donde la solería ahora, es de losa de Tarifa y cubriendo al propio andén una cubierta de chapas de hierro pintadas de negro, con tirantas también de hierro y muchos remaches y tornillos para sostenerla. Era la protección contra la lluvia para los viajeros y acompañantes que les acompañaban para  despedirlos al emprender su viaje. La ventanilla para expedición de billetes, los servicios y la cantina, estaban a la izquierda según se entraba al andén; a la derecha quedaba la consigna y la Jefatura-Factoría, cuyo titular o responsable era un hombre de unos cuarenta años con poblado bigote, su gorra de visera roja, el silbato colgado del cuello, barba de varios días y, sin embargo con una cara amable y una sonrisa que invitaban a preguntarle cualquier duda con cierta confianza, duda a la que él respondía con la mayor diligencia, pero era conveniente antes de planteársela, estar seguro de no obtener la respuesta por otro medio, porque  él se extendía tanto en la explicación que terminaba agobiando un poco; de todos modos era educado y correcto.
            En aquella estación solo paraban los trenes de cercanía y algunos muy concretos de carácter regional, podría decirse, pues no estaba considerada como de primera categoría, si así puede afirmarse.
            Con frecuencia los trenes llegaban con cierto retraso, pus lo que allí tenían para da oficial, daban prioridad a todos los demás, incluso a los “ los mercancías”, que estaban destinados al transporte del más variado género de productos, incluyendo animales, en muchas ocasiones.

            El protagonista de esta historia era un chico joven, aún casi adolescente, ¿unos veinte años…? Más o menos, no más. En semanas alternas, la otra la dedicaba a sus padres y hermanos, pasaban los domingos por la tarde un rato en aquella estación. El último tren, el servicio que él utilizaba, tenía su salida oficial a las diez y cuarto de la noche, pero podría sentirse bien servido si lo hacía antes de las diez y media, (así era en tempos, ya pasados la puntualidad del tren, debido a diversos factores; actualmente, afortunadamente no hay problemas de reloj a la hora de comprobar la eficacia del horario de los trenes).
            El joven solía llegar casi a la hora “en punto”, pues le gustaba acompañar a la chica causante de sus visitas  bisemanales a la pequeña ciudad. No obstante, aún le quedaba tiempo para tomar un café en la cantina que estaba atendida por la mujer del Factor-Jefe de estación. Se entraba en ella desde el andén y era una dependencia de la propia vivienda del Factor-Jefe. Tenía un mostrador muy alto de mampostería, cuyo frente estaba también alicatado con azulejo como la estación.  Destacaban motivos propios del ferrocarril: Un tren, cuya máquina lanzaba al aire una espesa columna de humo oscuro, recordando las primeras etapas del medio; unos obreros con cara tiznada alimentando con sus palas las calderas y un “mercancías” cargado de troncos de árboles desramados y alisados. La tapa del mostrador era de madera marrón cuyo aspecto daba cuenta del paso de los años, estaba alabeada con lo cual la estabilidad de los vasos y las botellas, parecía tener peligro. Todo estaba limpio y nada más entrar se notaba un olor a desinfectante mezclado con esencia de pino, lo cual parecía dar garantías de higiene. El café siempre  estaba humeante y aromático: La señora ya conocía al chaval viajero, desde hacía algún tiempo y, siempre le daba algo de conversación mientras se entretenía limpiando el pitorro del vapor de la máquina del café y recolocaba las botellas en la estantería o simplemente, estaba pendiente de sus clientes, pues hay que decir que el lugar era un sitio frecuentado por un público determinado que gustaba saborear las tapas caseras que allí se servían para acompañar las bebidas.
           
            ¿Qué, ya nos vamos? Terminó el fin de semana ¿no? ¿Ya dejaste en casa a tu prenda? ¿Hasta dentro de quince días otra vez?, ¿no? ¡Ay la juventud! ¡Qué bonito! 
            Él, al principio, se sentía incómodo y la consideraba un poco entrometida, pero pronto comprendió que aquella actitud era una forma normal de hablar, y la cantinera solo pretendía hacerle un poco más agradable la espera, por lo cual, disipó sus prejuicios.
           
            El protagonista del presente relato era estudiante universitario, le quedaba solo un año para terminar su carrera; andaba económicamente, más bien “ajustadito”, por lo que para venir a ver a su novia,  se veía obligado a dar unas clases particulares a chicos de bachillerato, además de llevar una representación de artículos de oficina. Ello le ocupaba mucho tiempo, tiempo que para no robarlo a sus estudios, recuperaba quedándose cada noche hasta “las tantas” ante los libros  y apuntes, (aún no había llegado al mundo estudiantil el descubrimiento del internet, ¡Cuánto le hubiera servido!). De esta manera, podía pagarse el viaje, adquiriendo billete de ida y vuelta para economizar; además tenía que pagar la pensión para las noche de viernes  y  sábado, más todo el día del sábado, las comidas  e invitar a “su complemento”, como él la llamaba, al cine o a “tomar algo”, aunque a veces le invitaban  a la comida del mediodía en casa de ella,  y ella misma, a veces, si los fondos estaban “muy apuradillos” contribuía en los gastos comunes.

            Normalmente la chica, no le acompañaba a la estación, porque el tren salía tarde, ella vivía en las afueras en el extremo opuesto del pueblo y no había servicio de autobuses ni nada que se le pareciera, pero cuando llegaba el buen tiempo, a partir de abril-mayo, con ellos se acercaba hasta la estación, otra pareja amiga, que luego iba de regreso con la muchacha hasta su casa, porque ellos también vivían por allí. Había que tener en cuenta que en estos años, todavía, los padres no eran muy liberales a la hora de permitir que sus hijas anduvieran “por ahí” a partir de determinadas horas cuando se daba esta circunstancia,
           
            Tenían la costumbre de llegar un poco antes para esperar al tren que se lo llevaba, por más que, a medida que se iba alejando, veía cada vez más pequeño el pañolito blanco con el que ella lo despedía. Un silbido de la máquina, al tomar la curva al salir de la estación, le servía de indicación para saber que su novia, en ese momento, se volvía con sus amigos. Era el momento de empezar a pensar en organizar su programa para mañana y para los días sucesivos “sin ella”, sin ella físicamente, porque su mente estaba totalmente ocupada por su presencia, sus gestos y todos sus detalles. El tren, la distancia no podían romper ese encanto.
           
El cha-ca-chá del tren , era la musiquilla conocida que acompañaba sus pensamientos evocándole unas imágenes que hacían puente entre el recuerdo del recién terminado fin de semana y “los libros” que le esperaban para comenzar sus interminables jornadas, repartidas entre la Facultad, las clases particulares y la visita a algunos comercios del ramo que representaba y la diaria carta, larguísima y entrañable que puntualmente desde el lunes hasta el miércoles de la semana siguiente depositaba en un buzón que le pillaba de paso en su camino hacia el Campus.
            Casi siempre, hacía el camino de vuelta sentado, pues dados el día y la hora, el tren, no iba demasiado lleno; en cambio a la ida, tenía que ir casi siempre de pie, bien porque los asientos estaban ocupados o porque era frecuente que lo cediese a alguna persona mayor o señora embarazada, norma tácitamente establecida como principio de urbanidad y que él ejercía galantemente.
                        El viaje duraba casi dos horas; el tren hacía unas ocho o diez paradas en el trayecto, con lo que llegaba a su destino, sobre las doce y media o la una de las madrugadas. Los viernes, uno sí y otro no, que iba a ver a su novia, se iba al terminar las clases, para llegar al pueblo sobre las seis de la tarde; se alojaba, aseaba ya las siete o así, ya estaba con ella, hasta las diez y media el viernes y hasta las doce el sábado, según las reglas que a ella le imponían en su casa.
            En vacaciones, iba el sábado y se volvía el lunes por la mañana, pues el domingo también podían estar juntos hasta la s doce de la noche.
            El tren fue el medio de transporte que le permitió a esta pareja, vivir su idilio, pues pasó aún mucho tiempo antes de que tuvieran coche propio. Había otros transportes en distintas compañías de autobuses, pero el tren siempre resultaba más barato, además  de ofrecer un horario más amplio y más servicios al día.
            La estación de aquella pequeña ciudad luminosa del Sur, quedó como patrimonio de las vivencias de aquel chaval. Recordar su noviazgo, le traía a la mente de forma inmediata, además de la emoción correspondiente que le causaba la chica que amaba, una fotografía instantánea de la estación, la cantinera dándole “palique” con su escueta y casi calcada conversación cada dos semanas. La otra estación, aquella de la qué él salía para ir a encontrarse con ella, era más moderna e importante, con muchos servicios de oficinas,, restaurante, varias ventanillas, mucho personal desplazándose para acá y para allá…, pero desde luego, ni por asomo era tan acogedora como la otra. El cha-ca-chá de las ruedas en las vías, el pañolito de “su prenda” (como la llamó la cantinera) diciéndole adiós bajo la farola del andén, el silbido de la máquina al tomar la curva indicándole que ella se recogía, las cartas que escribían y recibían y la vuelta a subirse en ese tren lento, pero “su tren amigo”, que le transportaba su impaciencia y sus sueños como mercancía de amor que le llevaba personalmente a la chica que tanto amaba y que a veces, le acompañaba hasta la estación.
Escrito el 25 de Mayo de 2 009
José T.Pérez

domingo, 2 de septiembre de 2012

El fuego


                                           Foto tomada de internet

             El fuego ha representado para el ser humano un paso gigantesco en el progreso, desde el mismo momento en que descubrió la forma de conservarlo y alimentarlo. Ha proporcionado cuatro acciones de mucho peso:
-       Protección contra el frío
-       Preparación de alimentos
-       Defensa contra las fieras
-       Alumbrado durante la noche.
El triunfo definitivo lo proporcionó el hecho de poderlo originar por frotamiento de dos elementos de madera y la yesca seca para que prendiera.
             Hoy, en formas más sofisticadas, seguimos utilizando el fuego y de ¡qué manera! La materia prima es menos, la madera y más ciertos compuestos químicos, entre los que ocupan lugar destacado un grupo de hidrocarburos y la energía eléctrica procedente de distintas fuentes.
             Siempre se empleó el fuego para el bien, aunque no siempre nos hemos librado de  “locos incendiarios” (como quienes condenaban a la hoguera de los considerados como reos, en algunas  etapas de la Historia, por ejemplo; lo de Nerón pudo ser puramente anecdótico, quizá).
             Ha sido y sigue siendo, símbolo de purificación en diversas religiones, que lo utilizan en formas y cantidades perfectamente controladas.
             Pena. (Si es verdad como se difunde por diversos medios) que haya desalmados que lo usan con otros fines, incendiando nuestros bosques centenarios, eliminando especies vegetales que tanto han tardado en crecer y que tanto bien nos hacen:
-       Amparan ,multitud de animales, muchos en peligro de extinción, que terminan siendo extinguidos definitivamente.
-       Sujetan nuestros suelos contra la desertización.
-       Merced a la fotosíntesis mantienen el equilibrio necesario, entre el oxígeno extraído a la Atmósfera para la respiración y el que devuelven generosamente en su vital función clorofílica.
-       Crean una belleza impresionante y única con sus hermosas masas boscosas.
Pena.- ¿Qué escala de valores tan retorcida y desordenada poseen los especuladores (si es verdad como se difunde en diversos medios), que ocasionan estas barbaridades?.
Pena de pirómanos desequilibrados con muy mala leche, descontrolados (si es verdad, como se difunde en diversos medios)
Pena, por la impotencia ¿? de nuestras Administraciones para prevenir y actuar ( si es verdad, como se difunde en diversos medios)
Pena.- ¿Quién nos afirma que este cataclismo, que las llamas de generación asesina ( si es verdad como se difunde en diversos medios), nos traen consigo, y no estarán las alimañas aguardando, acechando como perro cazador a su presa encamada, silencioso, a esperar que los árboles plantados para  repoblar, crezcan lo suficiente para caer sobre ellos y segar nuevas vidas otra vez?.-
Escrito: 12.08.2006
Publicado 02.09.2012
J.Teodoro Pérez

jueves, 5 de julio de 2012

La memoria




                                           Foto tomada de internet

       Frío, yerto, está mi cuerpo, helado de calentura, flácido, desvalido, sin fuerzas y sin apetito, ni sed, ni ansia, ni lujuria, ni ciencia. Soy una brizna de vida gris, débil y mortecina, que la enfermedad ha apocado quitándole, bríos, lozanía, afanes, alegrías, inquietudes, bienestar y dicha.
       ¿Qué me hace aguantar? ¿Qué retiene mi ida? ¿Por qué sigo sentado en  mi sillón sin arrestos para levantarme y caminar unos pasos, siquiera de aquí a la cocina? ¿Por qué mi mente activa me manda lanzarme p’arriba  y mis carnes doloridas, se resisten impedidas?
       Sólo me mantiene asido a este mundo extraño y cruel un hálito de esperanza, una ilusión por terminar tareas que inacabadas, hace mucho, fueron emprendidas.
       ¡Un caldito caliente! ¡A ver! ¿Quién, me trae un caldito caliente? Una sopita hervida que anime mis entrañas, que remueva mis tripas para ver si me levanto para ir al buró, tomar mi block y escribir unas líneas; usaré una de mis plumas de la gradilla, esa plateada de trazo delgado que hace la letra fina.¡Vamos, mi caldito! ¿Mi sopa, aunque sea de yerbabuena y pastilla! No importa, solo exijo que esté calentita.
       Pero nadie oye mi voz, nadie escucha mi súplica. ¿Adónde están todos? ¿Adónde fue mi familia? ¡Pobre de mí! ¿Quién me ayuda? ¿Es posible que se pueda dejar solo ...... (¿solo?), sí, estoy solo, a un pobre convaleciente que no puede valerse para nada, por sí mismo. Pero... ¿qué debo hacer? ¿Es que la soledad es el ejercicio de mi recuperación? El aislamiento ¿es la rehabilitación que me corresponde? Pues... ¡andando! ¡adelante! Avanzaré con mi pie izquierdo, me asiré fuerte a los brazos de mi sillón y tomaré impulso, a ver qué pasa. Bien, ¡vamos! ya está el pie ¡arriba el impulso! ¡Catastrás! Jadeo intensísimo, pulso muy acelerado  ¿qué ha sido eso? ¡Vaya golpe!.
       Abro los ojos muy asustado; tomo conciencia de la realidad; paulatinamente se me van haciendo familiares los muebles, la lámpara..., van tomando forma, definidos por la escasa luz que entra por entre las rendijas de la persiana, todas las cosas que están en torno a mí.
       ¡Vaya susto! ¡Qué ansiedad! ¿Menuda situación! Menos mal, todo ha sido una afortunada (¡quién lo diría!), mala pesadilla.
       Deben haber sido unos segundos en los que ha sucedido todo el acontecimiento. ¡Misterios de la mente! Reconstrucciones posibles basadas en la experiencia adquirida, incrementada por la libre actividad subconsciente.
       Ahora despierto, con el pleno dominio de mis facultades, con la erización del vello, ya pasada. Evoco la situación que me angustiaba, tratando de encontrarle una explicación a su significado, además de descubrirle una ilación lógica, coherente, según los cánones de comportamiento normal que mostramos al estar despiertos.
       ¿Nada!  ni la más mínima cohesión aparente con ningún acontecimiento vivido, o al menos que yo recuerde.
       Está comprobado que la mente, usando la facultad de la memoria, la utiliza como almacén en el que entran muchas informaciones, no siempre con un criterio claro de orden y colocación como los libros en las estanterías de una biblioteca, agrupados por áreas de conocimiento; la memoria, insisto, parece ser que puede guardarlos sin más, siendo el orden únicamente la  posibilidad de interrelación entre los datos de la más diversa índole y procedencia, según las necesidades o la voluntad del sujeto, actuaciones que implican las existencias en la memoria , por la especulación consciente, o subconsciente, incrementando así el acervo cultural del pensante, además de sus capacidades para establecer intercomunicaciones múltiples y muy variadas, proporcionándole una visión amplia y enriquecedora desde cualquier campo de tratamiento del acontecer de los elementos de la Naturaleza, de las potencias y pulsiones humanas y sus propiedades, con un toque investigador técnico-científico que proporciona una determinada experiencia traducida en “cultura”, “saber”...
       Concluiré mi investigación breve, tras este también breve razonamiento, afirmando que mi pesadilla-sueño, no ha sido más que una respuesta, o mejor, la creación de una situación potencialmente viable, pero virtual totalmente, basada en unas determinadas interconexiones inconscientes de elementos variados existentes en mi memoria, que han entrado en actividad en un  momento de una etapa del sueño, que escapan al control de la voluntad.                                 
            Si hubiera otra explicación más sólida podría corregirse la que acabo de dar, por lógica.
            
     
            Creado el 06.02.04 
            Publicado el 05.07.2012
         Autor-propietario
           J.Teodoro Pérez G.


jueves, 28 de junio de 2012

El presente efímero




            En el presente, la modalidad de tiempo en que ocurren los acontecimientos, cuando se hace la historia, cuando se realizan los proyectos, cuando se toca el futuro absorbiéndolo constantemente, dándole un tratamiento de actualidad constante que se desvanece, pero que no muere porque se almacena en el “pasado permanente”, único tiempo que no desaparece, sino que crece continuamente atiborrándose de contenidos sustraídos al presente efímero y, en igual medida  al futuro, tiempos (pasado y futuro) ambos, entre los que el presente parece estar sincopado.
            El presente está relacionado  con la actividad. Es el segmento temporal en el que todo sucede, en el que todo se hace, cuando toman forma, entidad, presencia, todos los seres, todas las cosas, todas las obras.
            El presente es “el ahora”, el “en este momento”, es el tiempo que se consume, o quizás el que cambia de dimensión temporal, de ubicación, para que el futuro, que también cambia, se desplace empujándolo hacia el pasado para ampliarlo y enriquecerlo.
            En el presente se manifiestan las  ideas, se vive     en todas las formas “de vivir”, tienen lugar la comunicación, la expresión, la investigación, el descubrimiento,  la praxis en definitiva.
            El presente es la película en la que a la par, se es creador, actor y espectador, , porque   es cuando se crea, se interpreta y se prsencia “el suceder” imparable.
            El presente “se renueva” con la llegada del futuro, entregando al pasado una parte equivalente cada vez, en sucesión interminable.         
            El pasado se amplía y enriquece; el presente se renueva y desaparece; el futuro, se agota pero no decrece.
            En el pasado están las experiencias, los recuerdos, las fuentes de “lo aprehendido”; el presente se encarga de la actividad; el futuro es la fuente constante de alimentación del tiempo, tiempo que solo es una dimensión que “transcurre“ por distintas fases.
Creado: El Puerto de Santa María, 06.07.08.
José Teodoro
Publicado: junio'2012

martes, 28 de febrero de 2012

QUE NO ME CAIGA TODO LO QUE PUEDA AGUANTAR


(Carta al acompañante amigo invisible)

       Hola. Hoy me encuentro sentado después de un día de mucho ajetreo. Durante mi jornada laboral, y no menos por otros asuntos de mi vida privada, concretamente atendiendo a alguien muy allegado a mí; se trata de mi esposa. Ya sabes que anda delicada, pero poco a poco va saliendo adelante, a Dios gracias.
       Mientras me encuentro en la sala de espera del Centro Médico, (ahora para mí, nada importante), cojo una revista vieja y manoseada, la hojeo un poco y se me viene a la vista una frase de un artículo, en el que una conocida actriz, no de mi agrado cuenta su vida en sus memorias, de las cuales se extraen unos párrafos, que dicho sea en honor a la justicia, están expresados en una prosa amena, ortodoxa y muy accesible. La frase, muy conocida, reza así: “ Que no me mande Dios todo lo que puedo aguantar”.
       Me dio qué pensar. Y la verdad..., es cierto que se presentan en la vida ocasiones en las que uno cree que las adversidades han tocado techo. Pero ¡quiá!, nuevos reveses aparecen, los cuales hay que afrontar.             ¡Y se afrontan! Los esquemas se rompen. En la escala de valoración de nuestros objetivos se experimentan profundos cambios. Dejan de tener peso muchos aspectos para pasar al primer lugar los nuevos acontecimientos que precisan de respuestas inmediatas.
A estas alturas, la experiencia, aunque no me quita la preocupación, me da serenidad. El proverbio aquel, creo que oriental (¿chino? No tengo más datos ahora). “ ¿Puedes resolverlo? Si es así, ¿por qué te agobias? Afróntalo. Y si, no lo puedes resolver, ¿por qué te preocupas? Desiste, olvídalo, o espera que se resuelva naturalmente”. Lo estoy asumiendo. Cierto es que te da mucha frialdad esta forma tan racional de obrar, pero desde luego es práctica y te quita problemas, te da tiempo y te permite un análisis objetivo.
       Y por hoy, aquí quedan estas reflexiones. Quizá siga otro día. No sé. Tampoco pretendo abundar en estas cosas. Sí, seguro, termino aquí y, en una próxima ocasión te contaré nuevos acontecimientos o viejos con nuevas vestiduras, según mi ánimo y mi realidad circundante en el momento, sin pretender transmitirte tristeza ni impertinencias.
       Sé que eres un amigo generoso y que cuento con tu paciencia y saber escuchar.
       Con la estima de siempre, el ósculo amigo.

El Puerto de Santa María, (Creado en Dic./2005)
Publicado el  28 de Febreo'2012
Autor -propietario.

JoséTeodoro Pérez

miércoles, 8 de febrero de 2012

Toma de decisiones




Cuando hay que tomar decisiones, en las que se valora el quehacer, ascendencia sobre equipos, prestigio, servidumbre, prerrogativas, imagen del protagonista que se entrega al servicio del colectivo, a la protección de la proyección del mismo con ardor, empeño y vocación, este colectivo no ve si no es a través, del prisma de la envidia, del recelo, de la incomprensión, de la indiferencia, o sea “ a la ligera “ y sin rigor ni ecuanimidad
Pero… ¿qué más da? ¿Qué queda? No pretendas permanecer en la historia, eso solo corresponde a unos pocos, para ser criticados eternamente. Debe bastarte tu satisfacción personal, si es que existe, si se dan las circunstancias para que así sea. ¡No olvides que tienes una misión! Estés donde estés, hagas lo que hagas, hazlo pensando en que sea útil a alguien; lo demás es secundario. Eso sí, hazlo dignamente, sin orgullo ni pusilanimidad, sí con entereza y responsabilidad.
Tus argumentos han de ser sólidos pero de apariencia sencilla y, ni siquiera el juicio injusto debe tener relevancia para ti. ¿Quién eres tú? Tú eres un ser humano, constructor en la construcción, caminante en el camino, colega en el trabajo, espectador en el teatro del mundo a la par que actor. Eso solo, nada más y nada menos: un ser humano, cargado genéticamente de vida atávica y diligente, portador de ella para tus descendientes biológicos; espiritualmente, hijo de Dios, misionero y apóstol.

Autor-propietario.23.06.1 999
Publ. J.Teodoro Pérez'Febrero'2012