Al hombre
Ha existido y, aún persiste una actitud equivocada respecto a los
sentimientos del hombre, al que tradicionalmente se le ha exigido: iniciativa,
decisión, inflexibilidad, impasibilidad y por
supuesto no expresar los sentimientos procedentes de lo más íntimo. Las ternuras, las flaquezas y las debilidades
internas son sentimientos que no entraban en “el programa varonil”, pues estas
manifestaciones eran más
propias de mujeres, de niños,
de infradotados o de maricas, a ellos sí les estaba permitido pues se les consideraba débiles y los signos mencionados eran del mismo tenor.
Quizá las cosas están
cambiando y la sociedad se está
dando cuenta que el hombre como ser humano que es, tiene limitaciones,
debilidades, ternuras y flaquezas, “sentimientos” que tiene el derecho a manifestar como cualquier persona.
Que interiormente necesita afecto, dedicación, comprensión,
aliento, reconocimiento, como todo ser humano, lo que él es en toda la extensión de la palabra y como tal necesita y debe ser tratado
porque también él puede dar, transmitir los valores que les son propios.
Muy distinta es la prepotencia de
los desalmados que practican el mal como criaturas demoníacas, hecho deleznable, tanto en el varón como en la mujer, ya sea con la injustificable fuerza de
la prepotencia animal o con la sutileza psíquica de la docilidad, que también tiene su mandanga.
Puede que sea una utopía pensar que estamos aquí para tratar de hacer un mundo mejor y conseguir que la
buena convivencia llegue a ser una realidad maravillosa. Pero, ya se sabe: una
utopía es un fin que se persigue, una meta a
la que se aspira, un objetivo al que se tiende, al que se intenta llegar;
luchar por ello debe ser la aspiración,
en la brega por conseguirlo se encuentra la aproximación a la dicha.
El hombre tiene cuerpo y, alma
sensible, no es una roca impasible que resiste el embate de las tempestades sin
inmutarse. En ese sentido el hombre también es vulnerable.
Por otra parte, el hombre se ha
resistido, por cultura atávica
a mostrar el más leve signo de debilidad, precisamente,
temiendo de modo inconsciente a las premisas establecidas de forma
antinatural a estas muestras “de carácter
menor”.
Paralelamente, actualmente existen tendencias que promocionan la igualdad absoluta entre
hombre y mujer, cuestión
que puede suscribirse dentro de los límites
de la lógica, puesto que ambos seres son
iguales en cuanto a derechos, igualdad de oportunidades y justicia en el trato,
que ha de ser idéntico
en todos los supuestos. Pero existen diferencias evidentes propias del sexo que, también han
de respetarse en cualquier caso. Gracias a estas diferencias es posible
la complementariedad, natural e irrenunciable.
El hombre, la mujer, el ser humano, son depositarios, portadores de unos valores intrínsecos
que les confieren unos derechos inviolables y una capacidad inconmensurable
para darse, para colaborar, para amar.
Creado el 28.07.2011y
Autor-propietario:
José Teodoro Pérez