sábado, 20 de julio de 2013

Actitud equivocada


                                                                       
                                                        Imagen tomada de la red                             
                                                                                  Al hombre  


            Ha existido y, aún persiste una actitud equivocada respecto a los sentimientos del hombre, al que tradicionalmente se le ha exigido: iniciativa, decisión, inflexibilidad, impasibilidad y por supuesto no expresar los sentimientos procedentes de lo más íntimo.  Las ternuras, las flaquezas y las debilidades internas son sentimientos que no entraban en el programa varonil,  pues estas manifestaciones eran más propias de mujeres, de niños, de infradotados o de maricas, a ellos sí les estaba permitido pues se les consideraba débiles y los signos mencionados eran del mismo tenor.

            Quizá las cosas están cambiando y la sociedad se está dando cuenta que el hombre como ser humano que es, tiene limitaciones, debilidades, ternuras y flaquezas, sentimientos que tiene el derecho a manifestar como cualquier persona. Que interiormente necesita afecto, dedicación, comprensión, aliento, reconocimiento, como todo ser humano, lo que él es en toda la extensión de la palabra y como tal necesita y debe ser tratado porque también él puede dar, transmitir los valores  que les son propios.

            Muy distinta es la prepotencia de los desalmados que practican el mal como criaturas demoníacas, hecho deleznable, tanto en el varón como en la mujer, ya sea con la injustificable fuerza de la prepotencia animal o con la sutileza psíquica de la docilidad, que también tiene su mandanga.

            Puede que sea una utopía pensar que estamos aquí para tratar de hacer un mundo mejor y conseguir que la buena convivencia llegue a ser una realidad maravillosa. Pero, ya se sabe: una utopía es un fin que se persigue, una meta a la que se aspira, un objetivo al que se tiende, al que se intenta llegar; luchar por ello debe ser la aspiración, en la brega por conseguirlo se encuentra la aproximación a la dicha.

            El hombre tiene cuerpo y, alma sensible, no es una roca impasible que resiste el embate de las tempestades sin inmutarse. En ese sentido el hombre también es vulnerable.

            Por otra parte, el hombre se ha resistido, por cultura atávica a mostrar el más leve signo de debilidad, precisamente, temiendo de modo inconsciente a las premisas establecidas de forma antinatural  a estas muestras de carácter menor.

            Paralelamente, actualmente   existen tendencias  que promocionan la igualdad absoluta entre hombre y mujer, cuestión que puede suscribirse dentro de los límites de la lógica, puesto que ambos seres son iguales en cuanto a derechos, igualdad de oportunidades y justicia en el trato, que ha de ser idéntico en todos los supuestos. Pero existen diferencias evidentes propias del sexo que,  también han  de respetarse en cualquier caso. Gracias a estas diferencias es posible la complementariedad, natural e irrenunciable.

            El hombre, la mujer, el ser humano, son depositarios, portadores de unos valores intrínsecos que les confieren unos derechos inviolables y una capacidad inconmensurable para darse,  para colaborar, para amar.


Creado el 28.07.2011y
Autor-propietario:
José Teodoro Pérez

martes, 9 de julio de 2013

Hormas compatibles


Foto de la red

             Proclama un proverbio oriental que para conocer a alguien hay que meterse en sus zapatos.
          ¡Qué difícil nos resulta ponernos en lugar de otra persona, usar sus zapatos!  Puede ser una locura, porque los zapatos tienen las medidas de los pies de las personas que los usan que son distintas a las medidas de los pies de otras personas porque durante un tiempo ha habido una adaptación recíproca para que caminar sea algo grato y placentero al hacer que el individuo se encuentre cómodo en sus zapatos. Si no comprendemos eso no sabremos valorar nuestra propia horma, la que reúne las condiciones de nuestros propios pies que difícilmente coinciden plenamente con las medidas que corresponden a las que les son propias a otros congéneres.
          Llevando estas reflexiones a otros terrenos se observa la  necesidad de un ejercicio de adaptación para entender los puntos de vista que son particulares de cada cual, de forma que con ellos quedan definidas las personalidades individuales y eso es algo que no puede modificarse y, que de ser posible quizá no nos corresponda el protagonismo de hacerlo. Solo con la comprensión, el deseo de acercamiento y el respeto es como se puede acceder a otras intimidades, utilizando el tacto como método y el acatamiento de otros criterios que pueden no ser convergentes con los nuestros o que tengan pocos o ningún punto de intersección con los mismos, confirmando que cada uno poseemos nuestras propias medidas.
          Meterse en los zapatos de otro significa comprender, respetar, aceptar y valorar sus convencimientos, sus modos de actuar porque de alguna manera, están en consonancia con los nuestros porque nuestras hormas son compatibles.
Creada el 25.06.2010
Autor-propietario:
José Teodoro Pérez