martes, 18 de junio de 2013

Equívoco


    
Foto tomada de la red

      Me invitó insistente a compartir la tarde con ella, diciéndome que lo pasaríamos estupendamente; me enseñaría cosas que jamás podría imaginar; que me indicaría cómo levantar las sayas para descubrir el dorado y rubio fruto, que podríamos estar a gusto sin que nadie  nos molestara.
    El panorama se presentaba envidiable; sus palabras prometían una tarde bucólica , máxime teniendo en cuenta su belleza y las dotes que le había proporcionado la Naturaleza.
    Así que la seguí; ella me llevó al maizal; anduvimos por las calles entre liños de cañas del cereal de las que pendían sus mazorcas amarillas entre la farfolla, cuyas blancas hojas, ella las llamaba sayas; las remangaba y me mostraba el hermoso fruto dorado y rubio.
    Verdaderamente cumplió su palabra: vimos el rubio fruto y nadie nos molestó.
   Yo la veía disfrutar haciéndome cómplice en la contemplación de las mazorcas, llenas, jugosas, en su sazón.  Creo que conocía cada una de ellas, pues las había cuidado desde el momento mismo de echar los granos en los surcos. Era su obra, su logro. Se sentía orgullosa.
    ¿Te gusta lo que ves?, me preguntaba,. ¡Ah sí, sí, mucho! Por complacerla. Pues aún te falta lo mejor, vas a probar algo que te va a dejar.¡Uf! ¡Ya verás, cuando lo cojas calentito y huelas ese olor especial que tiene lo que te he reservado!
    ¡A ver por dónde sale ahora! Reflexionaba para mi mismo. Cualquier cosa es posible.
    En medio del sembrado, en un claro, había una especie de cabaña: me hizo entrar; cerró la puerta, por los bichos, comentó.. Encendió una candela y me dijo: ¡siéntate en ese camastro, ahora verás! Echó algo al fuego que no vi. lo que era; se sentó a mi lado, charlando sin parar; al rato me entrega una mazorca asada, caliente, ardiendo y me invitó a morderla, después lo hizo ella.
    Así compartimos el rubio, dorado, caliente y oloroso fruto   del maíz.
Creado el 23/03/2007
Autor-propietario:
José Teodoro Pérez