domingo, 3 de noviembre de 2013

Excesivamente formal



Ilustración tomada de la red

Cuando queremos expresar nuestras ideas libremente y nos  ponemos a escribir sin coacción de ningún tipo, dejando la mente actuar a su aire,  no podemos evitar sacar nuestra vena dogmática ni ponernos serios utilizando un lenguaje quizá demasiado académico para terminar hablando  sentenciosamente, pero al fin y al cabo lo que queremos es conseguir que el resultado de nuestras especulaciones sea un parto lo más digno posible y acabamos por escribir algo quizá demasiado axiomático y desde luego conteniendo  un entramado empírico, excesivamente formal porque lo  se pretende en el fondo es ser sencillo, asequible, por más que parezca una paradoja.
Sea cualquiera el tema elegido o improvisado, termina reflejando algo de nosotros mismos por lo menos de una forma tácita o expresa haciendo alusión a momentos concretos de nuestras vidas, a determinadas  experiencias porque en cada etapa de  las mismas  destaca algún momento, bien de gloria o de tristeza que, nos marca con hendiduras profundas aunque luego el tiempo se encargue de paliar  las adversidades y nos haga exaltar los éxitos o al menos, las ilusiones conservándolos como algo muy valioso y añorado, aun a sabiendas que solo son recuerdos que forman parte de un patrimonio rico, pero sin más valor práctico que el gozo de la rememoración, que es una forma de matar el gusanillo de los hechos que un día nos gustaron y que la imaginación se encarga de magnificar.