Proclama
un proverbio oriental que “para
conocer a alguien hay que meterse en sus zapatos”.
¡Qué difícil
nos resulta ponernos en lugar de otra persona, usar sus zapatos! Puede ser una locura, porque los zapatos tienen las medidas
de los pies de las personas que los usan que son distintas a las medidas de los
pies de otras personas porque durante un tiempo ha habido una adaptación recíproca
para que caminar sea algo grato y placentero al hacer que el individuo se
encuentre “cómodo en sus zapatos”. Si no comprendemos eso no sabremos valorar nuestra propia
horma, la que reúne
las condiciones de nuestros propios pies que difícilmente coinciden plenamente con las medidas que
corresponden a las que les son propias a otros congéneres.
Llevando
estas reflexiones a otros terrenos se observa la necesidad de un ejercicio de adaptación para entender los puntos de vista que son particulares de
cada cual, de forma que con ellos quedan definidas las personalidades
individuales y eso es algo que no puede modificarse y, que de ser posible quizá no nos corresponda el protagonismo de hacerlo. Solo con la
comprensión, el deseo de acercamiento y el
respeto es como se puede acceder a otras intimidades, utilizando el tacto como
método y el acatamiento de otros
criterios que pueden no ser convergentes con los nuestros o que tengan pocos o
ningún punto de intersección con los mismos, confirmando que cada uno poseemos “nuestras propias medidas”.
Meterse
en los zapatos de otro significa comprender, respetar, aceptar y valorar sus
convencimientos, sus modos de actuar porque de alguna manera, están en consonancia con los nuestros porque “nuestras hormas son compatibles”.
Creada el 25.06.2010
Autor-propietario:
José Teodoro Pérez
Me parece perfecto. Un saludo
ResponderEliminarNo es nada fácil por no decir imposible, meterse en los zapatos de otro y comprender sus por qué. Lo digo así porque es lo más próximo a lo que tú a mi entender nos has reflejado en tu escrito. Vemos las cosas de la forma que a nosotros nos gustan, interesan, queremos y deseamos, pero, normalmente las de los demás las continuamos viendo a través "de nuestra forma de verlo" nos resulta muy complicado ponernos al cien por cien en su lugar. Incluso llegando a comprender sus puntos de vista, su forma de ser, actuar y reaccionar, a pesar de complementarnos con todo ello y hacer que la empatía sea lo más amplia posible, de alguna forma siempre habrá un porcentaje (tal vez pequeño) de esa horma que no acabe de encajar con la nuestra, eso sí, no quiero decir con ello que sea imposible porque pienso que quien quiere puede, y el ser humano como tal, es capaz de adaptarse cuando quiere. Como bien dices las hormas pueden ser compatibles, tan sólo es preciso un poco de voluntad por ambas partes.
ResponderEliminarSaludos con todo mi afecto.
Katiuska, tu comentario es breve, casi un telegrama, diría yo, pero tiene mucho contenido por lo que afirma.
ResponderEliminarGracias por la visita y por dejar tu opinión.
Saludos cordiales.
Esta pequeña narración nació inspirada en la frase con la que empieza: “para conocer a alguien hay que meterse en sus zapatos”.
ResponderEliminarCreo que es lo suficientemente expresiva como para dar a entender que es necesario ponerse "en el lugar del otro" para comprender su conducta, su modo de actuar. Esta es la pequeña historia de este opúsculo.
Estoy de acuerdo con tu comentario porque así es como yo lo veo también.
Gracias FG, por la visita y por la opinión.
Encantado:
JT.-